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Ciencia y tecnología: el lenguaje divino de Dios

Foto cortesía de Freepik

El ordenador más potente del mundo y su rendimiento

A finales de 2017 se presentó al mercado el procesador Intel Core i7-8700K. Con un precio de salida cercano a los 400€, supuso el primer paso de la compañía Intel en la estrategia orientada a la recuperación del liderazgo en el tramo de alta gama, dirigida a clientes del sector del videojuego. Este procesador alcanza treinta y nueve mil millones de instrucciones por segundo (39.000.000.000).

En informática, las operaciones de coma flotante por segundo, o FLOPS (del inglés floating point operations per second), son una medida de rendimiento de computadoras, especialmente referida a cálculos científicos. Para designar un billón de cálculos por segundo se emplea el término teraflops. Actualmente Europa trabaja en el ordenador más potente del mundo: EuroHPC. Con un presupuesto de mil millones de euros, persigue una capacidad de procesamiento de cien mil teraflops, es decir, cien mil bi-llo-nes de cálculos por segundo, con intención de potenciar dicho rendimiento a corto plazo hasta un trillón de cálculos por segundo.

Compartimos el planeta un total aproximado de siete mil seiscientos millones de personas (7.600.000.000), cifra en variación permanente. No por ello resulta menos inquietante asistir a esas variaciones en tiempo real, cuantitativamente hablando. La tecnología que disfrutamos en esta segunda década del siglo XXI permite una aproximación, informática en este caso: ver evolución de la población mundial en tiempo real en CountryMeters o Population.

Imaginemos que todos los habitantes del planeta pudiesen acceder al mismo tiempo y en igualdad de condiciones de rendimiento al EuroHPC, que se pusiera a disposición de los 7.600 millones de seres humanos la potencia de 100.000 billones de cálculos por segundo. Cada habitante del planeta dispondría de 131,5 millones de cálculos cada segundo. Descartando 16 horas de sueño y trabajo, más 4 horas para desplazamientos, comidas y otra tareas, cada día, en esas 4 horas restantes, las únicas que realmente pertenecen al individuo, cada ser humano podría solicitar al EuroHPC un total de 1,9 billones de cálculos.

La onmisciencia de Dios

Las religiones monoteístas convienen en las características que derivan de la concepción humana de Dios: infinito, eterno, ubicuo, perfecto, inmutable, omnipotente y omnisciente. Una categorización gruesa podría destacar las primeras como relativas a Su esencia —Dios Es— y las dos últimas a Su potencia —Dios Hace—.

Una encuesta realizada por Worlwide Independent Network of Market Research y Gallup se ha interesado por las creencias religiosas de 66.000 personas en 68 países. Concluye que 6 de cada 10 se consideran religiosas. Esto descarga a Dios de un 40% del trabajo administrativo del departamento de atención al cliente.

El ordenador más potente de mundo permite a un ser humano 1,9 billones de cálculos en cuatro horas y es capaz de actuar atendiendo esa cantidad de solicitudes para el total de la población humana al mismo tiempo .

Ya no resulta inconcebible acercarse, aun a tientas o a gatas, a la mente de Dios. Ya no resulta inabarcable concebir una inteligencia capaz de escuchar a cada persona que, mediante oración o ruego, Le dirija una petición. Como tampoco resulta inaccesible la compresión de los resultados de dichas peticiones, sean o no concedidas.

Destino, libre albedrío y blockchain

Blockchain, la tecnología que está cambiando el mundo de los negocios y la economía, que dará la vuelta a muchos modos de operar en diversos sectores, supone también una herramienta de pensamiento para considerar los conceptos de destino y libre albedrío, subrayando la posibilidad de coexistencia e interacción de ambos.

Una cadena de bloques (blockchain) es una estructura de datos cuya información se agrupa en conjuntos (bloques) que reciben e incluyen información contenida en un bloque previo en la línea temporal. Para modificar la información contenida en un bloque, o repudiarla, debe darse la modificación de los bloques anteriores. Para añadir información, debe darse el consenso de otros nodos participantes. En resumen: un bloque contiene un histórico irrefutable de información.

El primer bloque de una cadena se denomina bloque de génesis. Equiparable a un recién nacido, contiene una información inicial, como también la contiene un bebé en base a su herencia genética, al instinto en cuanto a memoria de especie y, atendiendo a consideraciones espirituales, karma, pecado original, plan de Dios, línea de vida etcétera.

La tecnología de bloques permite acercar el sino predestinado al libre albedrío. Cada acción, cada toma de decisión, enriquece y por ello modifica el bloque génesis. La experiencia vital, el aprendizaje —independientemente de los 13 tipos que ofrece la psicología— es resultado de la validación o no de dichas acciones por la cadena externa de bloques. Aceptación o rechazo, acierto o error, la consecución o no del objetivo devuelve información al bloque génesis, evolucionando con y gracias a ella. De modo que la información inicial permanece invariable —en cuanto a histórico irrefutable de información— y se complementa con lo derivado de la interacción con otros nodos, es decir, el libre albedrío.

Las decisiones de Dios

Quizá esta perspectiva pueda servir para intentar aproximarse a la aceptación de las decisiones de Dios, en cuanto Inteligencia Activa. Debido a su capacidad de procesamiento y potencial de rendimiento, al súper ordenador EuroHPC no le resultará especialmente trabajoso valorar y actuar en consecuencia a los resultados de los procesos llevados a cabo con la tecnología de cadena de bloques, emitiendo respuestas favorables o negativas en base a la posible afección de las mismas sobre otros bloques y nodos, de modo que la información fluya del modo más conveniente para el conjunto de proceso. Tal vez este enfoque facilite aceptar las decisiones de Dios, aunque muchas de ellas puedan seguir pareciendo incomprensibles.

Creacionismo y Evolucionismo

Dios creó el mundo. De un modo u otro, en más o menos tiempo, con un ser humano que refleja —imperfectamente— la esencia de Dios en cuanto a creado a imagen y semejanza. O todo surge del Big Bang.

La relación entre Dios y el mundo —la Creación, el Cosmos en el sentido más amplio— puede entenderse como consustancial pero no como inmutable. Aceptar que Dios creó cuanto existe implica también aceptar que la Creación fue dotada de potencialidad. Que la Creación varíe, evolucione, no significa que fuera imperfecta sino que avanza en el camino del potencial otorgado por Dios.

Por cuanto conocemos, el ser humano trató de comprender a Dios a través del mundo mientras daba sus primeros pasos como tal, como ser humano, como eslabón avanzado en la potencialidad dada por Dios a algunas de sus criaturas, primates en este caso, que alcanzan la característica sapiens y, a través de esta concreción de su potencialidad, se acercan más al reflejo perfecto del Dios que Es.

El trueno y el relámpago como la voz de Dios, la erupción del volcán como símbolo de una ira divina pero antropomórfica, la lluvia como esencia de la generosidad de Dios o los dioses o la enfermedad como castigo o prueba de fe. Etcétera. Y del mismo modo que cada ser humano del grupo tenía características y capacidades diferentes al resto, también los signos y fenómenos naturales podrían reflejar diversas personalidades de Dios o distintos dioses.

El conocimiento, reflejo imperfecto de la omnisciencia divina, y su progreso permitieron al ser humano entender los procesos naturales. Con la comprensión pudo actuar y, actuando, reducir su miedo, prevenirlo, acercarse a la divinidad con un planteamiento nuevo.

La concepción monoteísta de Dios se ocupa del tránsito del ser humano por tiempo determinado a través de la Creación, pero lo hace dirigido al punto y seguido, apuntando a una existencia supraterrenal. Pues siendo reflejo de Dios, eterno e infinito, el hombre ha de contener alguna característica similar dimanada del Dios que Es. Y ahí entran en escena las diferentes concepciones de la vida post terrenal.

Si en un primer estadio evolutivo el mundo justifica a Dios -o trata de explicarlo- y si en un segundo estadio evolutivo Dios justifica la existencia de cuanto es, pudiera darse que nos encontremos en un tercer estadio de evolución donde nuestro conocimiento de lo creado, el progreso en la potencialidad concedida por Dios en busca de Su reflejo menos imperfecto, facilite al ser humano la comprensión de la naturaleza divina. Los intentos son plausibles: la teoría de cuerdas que precisa un universo con 10 dimensiones, los fractales o la computación cuántica son ejemplos gruesos de esta afirmación.

El Cielo como lugar físico o estado del alma

He ahí una duda de fe abundante y recurrente. ¿Es el Cielo —en cualquiera de sus versiones­— un lugar físico o un estado del alma? Lo cierto es que carece de importancia porque ambas opciones son razonablemente aceptables.

Si el Cielo es un lugar físico, no será por falta de espacio en el Cosmos. Tanto para nosotros, humanos, como para las miles de millones de formas de vida que Dios pudiera haber contemplado en el Universo. No resulta tecnológicamente inconcebible la trascendencia mediante trasferencia de un cuerpo a otro que, por otro lado, sería reflejo imperfecto de la transustanciación cristiana. Trasplantes, clonaciones, implantes cerebrales, células madre, el bosón de Higgs (conocido como partícula de Dios) pueden ser a este respecto lo que los útiles de sílex al modelado 3D digital.

Cuando se habla del Cielo como un estado del alma surge la contraposición de varios conceptos religiosos relevantes: ascensión a los cielos por capacidad propia —Jesús, Mahoma— o ascensión intermediada por un tercero —ángeles habitualmente—, reencarnación… Carece de importancia. Tal vez resulte interesante contemplar este asunto desde la perspectiva del multiverso, que comprende todo lo que existe físicamente: la totalidad del espacio y del tiempo, todas las formas de materia, energía y cantidad de movimiento, y las leyes físicas y constantes que las gobiernan. ¿Cabría considerar los tres fenómenos —ascensión, asunción y reencarnación— como, por ejemplo, traslaciones interdimensionales?

Dios y perspectiva de género

A Su imagen y semejanza. ¿No abarca Dios todas las posibilidades del Ser cuando, en el Libro del Éxodo, responde a Moisés “Yo Soy el que Soy”? Dios es la existencia trascendente y, en cuanto a lo humano y su trascendencia como reflejo imperfecto de lo divino, por supuesto desde una perspectiva antropomorfista, ¿no puede considerarse el ADN un trazo de la firma de Dios, el subrayado o cursiva de su letra?

Una parte minúscula de la Creación divina concreta la potencialidad conferida por Dios a las criaturas primates. Ha cumplido con su mandato: creced y multiplicaos. Y puede considerarse que la mera procreación ha de hacerse un lado para revelar en su máximo potencial la verdadera naturaleza del alma en cuanto reflejo —una vez más, imperfecto— de la esencia de Dios: el amor. La esencia de amor, desprovista de ropajes y envolturas o al margen de ellos.

Cuando la sexualidad es consciente y se manifiesta como reflejo del amor, ¿pueden sus multiplicidades reflejar también la omnisciencia, omnipotencia y totalidad del Dios que Es? A pesar de la arrogancia de quienes se creen merecedores de considerar estas posibilidades un error de Dios o, para no contravenir Su perfección, achacándolas a terceros demoníacos o atribuyéndolas a las imperfecciones humanas.

Sin embargo, parece sencillo entender que la multiplicidad —sea étnica, cultural o afectiva— no puede ser otra cosa sino el reflejo perfecto de Dios en cuanto a Todo que Es. Porque esto no contraviene lo que de Dios alcanzamos a vislumbrar, tan sólo contraviene los decretos humanos de quienes se arrogan la palabra y acción en Su nombre.

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